La Constitución española es una señora de más de cuarenta años. Se cree joven, pero su discurso es anticuado. Habla como una vieja de otros tiempos, envejece lejos de las realidades a la vez que se acerca más a la desigualdad. El maquillaje interesado ya no disimula la edad del texto, haciendo sus imperfecciones más visibles.
A la Constitución española le hace falta una intervención quirúrgica, algo más profundo que un lifting facial para cuarentonas. Hay paciente y sobran bisturís, pero falta un buen cirujano.
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