jueves, 30 de marzo de 2023

SUBROGAR LA COMPRA

 


El español Pedro Blanco Fernández de Trava fue el esclavista más grande de la historia.

Cuentan que una vez tiró un niño al océano porque sus llantos perturbaban el sueño del negrero. Claro que para él solo era mercancía que compraba a veinte dólares y vendía por trescientos cincuenta. 

Tras la firma de España del tratado antiesclavista en 1835, Blanco Fernández de Trava blanqueó todo el dinero ganado por la venta de personas a través de su empresa en Cuba, que simplemente llamó EXPORT-IMPORT.

 

Pagar por algo es comprar algo. Pagar por alguien es comprar a alguien.

Vox “subrogó” la moción de censura por medio del discurso gestado por Ramón Tamames. Donald Trump “subrogó la compra” del silencio a través de su abogado con fondos de su campaña. Ana Obregón “subrogó la compra” de una niña, de un ser humano. Durante las últimas semanas la intoxicación mediática ha sido protagonizada por estos tres esperpénticos y enfermizos personajes.

 

“El mercado es el mercado”. Es la expresión más acertada que he podido leer a cerca de la compra de seres humanos. Estas palabras son rotundas y tristemente ciertas. 

A parte de “subrogar compras” en los discursos, en callar bocas o en adopciones alegales existe un mercado oscuro. La compra y venta de seres humanos parece invisible para los parlamentos, para las televisiones y para las amarillentas revistas. Puedes comprar bebés, niños y niñas, adolescentes y adultos. Los puedes comprar enteros o sólo parte de ellos, sus riñones, hígados, médulas... Los puedes comprar como esclavos, para la prostitución o simplemente por divertimento. En este asqueroso mercado ilegal también puedes pagar por ellos y quererlos como a hijos.  

 

A falta de ética el morbo vende, interesa y distrae. Algo de morbo político se genera al ver a Tamames en el circo parlamentario. La actriz porno es el componente morboso de la noticia de la imputación de Trump. La fotografía de Obregón en sillas de ruedas con el bebé es una imagen repugnante y a la vez poderosamente morbosa. Para añadir más leña podrida al fuego el hijo comprado es genéticamente su nieto. Así, por entregas, las exclusivas son más rentables. La explotación infantil con pedigrí es tan buen negocio que se anuncia la posibilidad de una nueva compra en el futuro. 

 

Al igual que Pedro Blanco Fernández de Trava, que de cada veinte dólares sacaba trescientos cincuenta, para algunos comprar a un bebé sale a cuenta y genera beneficios millonarios. 

Por cierto, el negrero español llego a tener la novena fortuna de aquella España.