sábado, 18 de agosto de 2018

ÉLITE


Al igual que la luz, las personas no tienen fuente sino lugar.
Son las líneas rectas y la trama de las alambradas las que anuncian el otro mundo. En esta franja de tierra fronteriza es donde se miden a las personas, donde lo obvio convive con lo incierto, aunque no tenga dueño. 
La valla fronteriza adorna los paisajes divididos, tentando al salto al otro lado. Lo que parece banal para algunos, se entorna profundo para otros. La cifras numerosas para nosotros se convierten en única para cada uno de ellos. La certeza del límite fronterizo se transforma en incertidumbre para el emigrante. Lo anecdótico se hace inevitablemente serio.
Porque en los paisajes de las fronteras también existe una impronta ética. Aunque Occidente aún no es consciente de que “para apuntalar un edificio hace falta más madera que para sostenerlo1

1Luís Martínez Santa-María 

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