Los políticos siempre ganan. Unos más que otros, nadie pierde del todo.
Llegar al óvulo del poder está reñido, igualado. Es hora de pactar con nuestros votos y entregarse al frenesí poselectoral, al arte amatorio del pacto. Se extienden nuevas sábanas o viejas lavadas. Entre orgasmos y camas de matrimonios se engendran los nuevos gobiernos, de dos, de tres o de más amantes.
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