Sin embargo aún necesita la tutela de un padre. Una autoridad intocable que garantice la convivencia de los hermanos. Su acomplejada madurez resulta ser una falsa.
Una auténtica “señora Democracia”, por definición, se opone a la herencia del poder.
La paternidad heredada resulta castrante. La figura del “Padre-Rey” nos empuja a una adolescencia perpetua consecuencia de nuestra falta de madurez democrática.
Ni dioses ni reyes, capaces de mercadear con nuestra propia alma, escapan de la bulimia neoliberal del actual mundo donde se puede comprar de todo.
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