jueves, 5 de marzo de 2015

AGUJERO NEGRO










¿Quién no ha soltado alguna vez una palabrota o un insulto? La mayoría de las veces, son solo un rayón en la partitura. Una nota mal sonante a destiempo y desafinada. Pero la mala educación a menudo aparece en pulcros pentagramas, despreciables estribillos y condescendientes sinfonías. 

Cuando se asocia tatuajes y crestas a uñas sucias, o hijos maleducados a madres, fregonas y  escaleras. Es que se ha perdido la perspectiva.

La perspectiva1, maravilloso descubrimiento del Renacimiento. Gracias, en gran medida, a la cámara oscura2. Legado de la fotografía aún sin haber sido inventada, anticipándose a sí misma. Hasta en esto me sorprende. Desde que la conozco me ha intrigado. Tan irreal como misteriosa. Llena de inagotables y punzantes cruces.

Algunos creen que alejándonos de algo se obtiene una visión más acertada. Y cierto es que una mirada panorámica te permite tener una visión más amplia de las cosas. Pero se pierde el detalle.  Una visión general de un agujero negro dentro de una galaxia puede dar una idea equivocada de su realidad. Alejando el punto de fuga para ampliar el espectro visible, e incluso invisible, del todo. Asegurándose la distancia para no ser molesto. En definitiva para no conocerlo. Sin embargo, quienes viven más cerca del agujero poseen una vista más acertada de este. Conocen el detalle. Tienen la oportunidad de rascar con la uña la textura, lo sienten . Saben lo que es estar en el borde.

¿Cuál es mayor? ¿El agujero negro del zapato de un científico de este país?, ¿O el que genera esta política ignorante?.  El borde existe. Cuanto más aumenta el agujero negro, mayor es su  borde también. Hasta que al final, con el horizonte de sucesos, lo engulle todo. Los inteligentes se van y los ignorantes se quedan para gobernar este colapso gravitatorio.



1.     Perspectiva cónica. F. Brunelleschi. Renacimiento. Quattrocento. Florencia.

2.     Cámara oscura. Primer “Tratado óptico”. Alhacén. Año 965. Basora. 1ª descripción completa e ilustrada por Leonardo da Vinci. 1680. Florencia.

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